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Literatura del siglo XX

  1. Panorama histórico

En este siglo se produce una nueva edad de oro de las letras españolas. Principalmente debido a tres generaciones de escritores. La Generación de 98 , influida en sus orígenes por el modernismo de Rubén Darío, los Escritores Novecentistas cuyo autor más destacado es el filósofo Ortega y Gasset, y la Generación del 27 que tiene su modelo en Juan Ramón Jiménez.

  1. Los movimientos vanguardistas

Los Movimientos literarios renovados que se desarrollaron en la primera mitad del siglo XX. La acepción primera de la palabra vanguardia pertenece al lenguaje militar. En Francia comienza a usarse aplicada a la política entre los socialistas utópicos hasta que adquiere, con Marx y Engels, el sentido de minoría esclarecida encargada de conducir la revolución. Posteriormente se desarrolla el concepto entre los movimientos artísticos que se proponen romper con las convenciones estéticas vigentes. La política y las artes compartirán, unidas o relativamente separadas, el uso de la palabra vanguardia. Tanto España como los países americanos se harán eco —y reelaborarán— las vanguardias surgidas sobre todo en Francia, en Alemania y en Italia. El 20 de febrero de 1909 Marinetti difunde su Manifiesto futurista. En la década siguiente, y debido al impacto que produce el estallido de la I Guerra Mundial, surgen el expresionismo en Alemania, el dadaísmo y el cubismo. En 1916 Juan Ramón Jiménez había escrito Diario de un poeta recién casado, texto que señala un cambio en su evolución posterior y en la de la poesía española.

En los últimos meses de 1918 comienzan las tertulias de Rafael Cansinos-Asséns, rodeado de jóvenes en el Café Colonial de Madrid. En 1927, al cumplirse el tricentenario de la muerte de Góngora, Gerardo Diego y Rafael Alberti convocan el acto conmemorativo. Estuvieron presentes Salvador Dalí y José María Hinojosa, en sustitución de Dámaso Alonso, entre otros. Nace la generación del 27, en la que coexisten diversas tendencias, desde los que recuperan los hallazgos más interesantes del ultraísmo y del surrealismo hasta los que crean una poesía más pura o buscan un contacto con la lírica tradicional y popular. Los vanguardismos despuntan inmediatamente antes o durante la Primera Guerra, llegan a su apogeo durante la década de los años 20, entran en crisis a partir de 1929 y desaparecerán en la década de los 30. El caso más claro es el del surrealismo francés y su apuesta por la revolución comunista. Posteriormente serán ellos mismos perseguidos y prohibidos por los propios aparatos culturales de estado, como ocurrió en la URSS estalinista a partir de 1923 y en la Alemania nazi de 1933. En el primer caso, los poetas futuristas serán criticados a partir de la nueva estética realista y populista tras la guerra civil revolucionaria. En el segundo caso, los jerarcas nazis secuestrarán la pintura vanguardista que había caracterizado el renacer cultural alemán, considerada a partir de entonces como “arte degenerado”. En 1945 nace en Madrid el postismo, representado sobre todo por Eduardo Chicharro y Carlos Edmundo de Ory, que se encuentran en el Café Pombo. Su intento, muy próximo al surrealismo, es, no obstante, revisar la estética de todas las vanguardias de las primeras décadas del siglo. Declaran que en poesía pisan “directamente sobre las pálidas cenizas de Lorca y Alberti” y que son “hijos adulterinos de Max Ernst, de Perico de los Palotes y de Tal y de Cual y de mucho semen que anda por ahí perdido”. Otros autores postistas fueron Ángel Crespo, Francisco Nieva y Silvano Sernesi. Destacan, por su clara filiación surrealista, obras como La flor de California (1926) y La sangre en libertad (1931) de José María Hinojosa (1904-1936); Sobre los ángeles (1929) de Rafael Alberti (1902); Los placeres prohibidos (1931) de Luis Cernuda (1902-1963); Poeta en Nueva York de Federico García Lorca (1898-1936). Esta obra de Lorca, así como sus piezas teatrales El público y Comedia sin título, y el guión cinematográfico Viaje a la luna, fueron el resultado del viaje del poeta a Nueva York en 1929 y revelan una afinidad con las búsquedas estéticas de Luis Buñuel y de Salvador Dalí, cuyo cortometraje Un chien andalou (Un perro andaluz) se había estrenado ese mismo año en París, al que siguió L´âge d´or (La edad de oro), con guión sólo de Buñuel.

Una de las características visibles de las vanguardias es la actitud provocadora. Se publican manifiestos en los que se ataca todo lo producido anteriormente, que se desecha por desfasado, al mismo tiempo que se reivindica lo original, lo lúdico, desafiando los modelos y valores existentes hasta el momento.

  1. La nueva narrativa
  1. Poesía

Una brillante generación de poetas, conocida como la generación del 27, floreció a finales de los años veinte y durante toda la década de los treinta. El más conocido de estos poetas es Federico García Lorca, quien dio expresión al espíritu popular de España en sus poesías y obras teatrales. Otros poetas destacados de esta generación son Jorge Guillén, Rafael Alberti y Vicente Aleixandre. La obra de Guillén se agrupa, bajo el título de Aire nuestro, en tres libros: Cántico, Clamor y Homenaje. La influencia de esta formación generacional se reflejó en poetas como César Vallejo, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Octavio Paz, entre otros. Al grupo al que en ocasiones se hace referencia como generación del 36 pertenecen Germán Bleiberg, Carmen Conde, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo y, así también, Miguel Hernández, quien fue elogiado de forma unánime tras la publicación de El rayo que no cesa (1936). La generación de 1936 se caracteriza por la expresión de su fe religiosa y por un intimismo. Fueron poetas disconformes con la situación política y social creada tras la guerra civil pero que en vez de enfrentarse con el régimen establecido optaron por una poesía personal y sincera sobre la naturaleza, la fe religiosa y otros temas íntimos.

Nueve poetas dominan la generación que sucede a la de 1936; se trata de Rafael Morales, Vicente Gaos, Carlos Bousoño, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Victoriano Crémer, José Hierro, Eugenio de Nora y José María Valverde. En la poesía actual española todavía hay dos generaciones encontradas, poetas que se iniciaron en los años sesenta y setenta aún dominados por los temas sociales pero que pronto se centran más en una poesía estética —con toques surrealistas, intuitivos y personales, como José María Caballero Bonald, Ángel Crespo, José Gil de Biedma, Claudio Rodríguez o Félix Grande; y las últimas generaciones— con obras consolidadas que aportan modernidad, intuición y estética, como Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Antonio Rodríguez Sarrión, Leopoldo María Panero entre otros.

  1. Novela

La novela es el género más floreciente de la literatura española contemporánea. Max Aub es autor, entre otras obras, de El laberinto mágico amplio panorama sobre la guerra civil y La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco (1960). Una de las mejores novelas de Francisco Ayala, crítico y sociólogo además de novelista, es Muertes de perro (1958), que describe el mundo esperpéntico de una dictadura americana. Una variante más tradicional de realismo es el que representan las obras de escritores como Ignacio Agustí, a quien se debe el ciclo La ceniza fue árbol, centrado en la burguesía de Cataluña, y José María Gironella, autor de Los cipreses creen en Dios (1953), que inauguró una saga de conflictos familiares que simbolizan las disputas políticas que condujeron a la Guerra Civil española.

Entre los autores importantes de la narrativa actual, sin que ello suponga detrimento para los no nombrados, cabe citar a Alfonso Grosso, Juan Marsé, Juan García Hortelano, Mercedes Salisachs, Eduardo Mendoza, Aquilino Duque, Lourdes Ortiz, Luis Mateo Díez, Julián Ríos, Adelaida García Morales, Arturo Pérez-Reverte, Almudena Grandes, Quim Monzó, Rafael Chirbes. Simultáneamente, se desarrolló una línea de novelas, en clave lírico-sentimental, cuyo máximo exponente puede ser María (1876) del colombiano Jorge Isaacs, la mejor novela romántica hispanoamericana de todos los tiempos. En el curso del presente siglo la novela ha sufrido importantes transformaciones temáticas y estilísticas. Los temas psicológicos y filosóficos cultivados por los novelistas de finales del siglo XIX alcanzan la cima de su desarrollo con las tres principales figuras literarias del primer tercio del siglo XX: Marcel Proust, Thomas Mann y James Joyce.

  1. Cuento

A partir de 1900 se ha publicado una enorme cantidad de cuentos en casi todas las lenguas. Los experimentos temáticos y narrativos rivalizan con la maestría en el arte de narrar cuentos a la manera tradicional, como se observa en la obra del escritor inglés Somerset Maugham. Discípulo de Maupassant, Maugham figura entre los escritores de cuentos más prolíficos y populares. La mayoría de los países cuentan al menos con un gran escritor de relatos en el siglo XX. Cabe mencionar a la escritora neozelandesa Katherine Mansfield, en cuyo personal estilo se deja sentir la influencia de Chéjov. El gran talento de Mansfield para captar y reflejar las ironías de la vida ha servido de estímulo a varias generaciones de escritores.

En ningún otro país el cuento ha cuajado tan ampliamente como en Estados Unidos. Entre los principales autores del siglo cabe citar a Mark Twain, Stephen Crane, Ernest Hemingway, William Faulkner, Isaac Asimov y Raymond Carver. A lo largo del siglo XX se han escrito cuentos en todas las lenguas europeas, así como en las lenguas de Asia, Oriente Próximo y algunas lenguas africanas. Una lista que incluyera sólo a los principales exponentes del género resultaría ya excesivamente larga. Aunque el cuento hispanoamericano nació a finales del siglo XIX con Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, la atención de la crítica se ha centrado principalmente en la nueva literatura latinoamericana, convertida acaso en el fenómeno literario más destacable y fecundo del siglo XX. Entre sus principales libros de relatos cabe mencionar Historia universal de la infamia (1935), El jardín de los senderos que se bifurcan (1941), Ficciones (1944), El Aleph (1949) o El libro de arena (1975). El argentino Julio Cortázar, influido directamente por Poe y muy cercano al surrealismo francés, plantea en sus cuentos la existencia de dos espacios paralelos: el real y el sobrenatural.

  1. Ensayo

Dejando a un lado las tragedias líricas y simbólicas de García Lorca, el teatro moderno español no ha estado a la altura de los otros géneros. Cabe citar entre los dramaturgos a Alejandro Casona, de cuyo simbolismo es muestra la Dama del alba (1944), y a Antonio Buero Vallejo, cuya Historia de una escalera es un buen ejemplo de su teatro realista con alusiones existencialistas. También son dignos de mención Alfonso Sastre, autor de Escuadra hacia la muerte (1953) y Fernando Arrabal, polémico autor, cuyas primeras obras que él denominó ‘pánicas’ revolvieron la escena española.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX no se produce en España la renovación del arte dramático que sucede en otros países gracias a la obra de directores y autores como Stanislavsky, Gordon Craig, Appia, Chéjov o Pirandello. Aquí el teatro es, sobre todo, un entretenimiento para el público burgués que acude con asiduidad a las representaciones. Las compañías teatrales formadas por las grandes actrices y actores del momento, que son además empresarios, están dedicadas a complacer los gustos de este público conservador y convencional. Lo corriente fue el éxito de aquellos autores que como José Echegaray, premio Nobel de Literatura en 1904, complacían las expectativas del público teatral burgués. Benito Pérez Galdós, otro autor de reconocido prestigio, es un caso diferente. Galdós se atrevió a crear unos personajes femeninos que, como la protagonista de su drama Electra (1901), se enfrentan al fanatismo y al oscurantismo. Su mayor representante será Arniches (1866-1943), autor que creó la “tragedia grotesca”, un tipo de obras que caricaturizaban a la clase media. Aunque no se debe olvidar que el tipo de crítica que planteaba este teatro estaba siempre mitigada por los intereses comerciales. Después del trauma de la guerra, los dramaturgos de la posguerra se enfrentaron a una férrea censura que hacía difícil, sino imposible, ofrecer una visión crítica de la realidad. A lo largo de la década de 1960 aparece un nuevo grupo de autores, tan castigados por la censura como los anteriores. Se caracterizan, en términos generales, por su rechazo del realismo y por su interés experimentalista.

Su estilo teatral se integra en las nuevas formas del teatro de vanguardia, desde las del teatro del absurdo a Artaud, Brecht o Grotowsky. Entre estos autores destacan José Ruibal, Francisco Nieva o Fernando Arrabal. Este último es el autor de alguna de las piezas más representativas del teatro europeo de este siglo. Es también en la década de los sesenta y en los setenta cuando se produce la efervescencia de los denominados grupos independientes, vinculados a la figura de un director o autor o experimentando con fórmulas de creación colectiva. Estos grupos surgen con una decidida vocación de resistencia antifranquista y una actitud de búsqueda en cuanto a concepciones escénicas y técnicas interpretativas.

El creacionismo

El creacionismo es un movimiento estético inscrito en la llamada vanguardia del primer tercio del siglo XX. Su manifestación más importante se produjo en la poesía lírica. Iniciado en París por el poeta chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy, vinculado con las corrientes vanguardistas y experimentales europeas de comienzos del siglo XX, el mismo Huidobro lo introduce en España en 1919. El movimiento hace fortuna entre algunos de los poetas de la Generación del 27. Entre sus seguidores se encuentran los poetas españoles Juan Larrea y Gerardo Diego, quien refleja su ideario creacionista de un «álgebra del lenguaje» en su Fábula de Equis y Zeda.

El creacionismo pretende hacer de la poesía un instrumento de creación absoluta. La poesía hallaría su significado en ella misma, obviando la función referencial del lenguaje, es decir, el mundo de los objetos sería secundario, creando un mundo referencial de la propia poesía. Así, el objeto en sí es el poema, no de lo que trate el poema.

Desde el creacionismo se pretendió crear una suerte de «álgebra del lenguaje», de forma que los signos lingüísticos adquieran valor por su capacidad para reflejar belleza y no por el objeto al que se haga referencia, por su significado sustancial.

  1. El surrealismo

El surrealismo lanzó su primer manifiesto en 1924, firmado por André Breton, Louis Aragon, Paul Éluard, Benjamin Péret, entre otros. Allí es definido como “automatismo psíquico puro” que intenta expresar “el funcionamiento real del pensamiento”. La importancia del mundo del inconsciente y el poder revelador y transformador de los sueños conectan al surrealismo con los principios del psicoanálisis. En una primera etapa, el movimiento buscó conciliar psicoanálisis y marxismo, y se propuso romper con todo convencionalismo mental y artístico. En España no llegó a constituir una escuela aunque muchos escritores, aun los que han negado su adscripción al movimiento, reflejan la influencia de la estética surrealista. Según Luis Cernuda, pueden considerarse surrealistas obras como Poeta en Nueva York (a la que habría que agregar obras teatrales como Así que pasen cinco años, El público y Comedia sin título) de Federico García Lorca; Sobre los ángeles de Rafael Alberti; y, sobre todo, Espadas como labios, Pasión de la tierra y La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre. El surrealismo tuvo gran difusión en las islas Canarias, donde sobresalen Pedro García Cabrera (1906-1981), autor de Transparencias fugadas y Entre la guerra y tú, y Agustín Espinosa (1897-1939), quien, en Crimen (1934 fue el año de su publicación definitiva), transita géneros literarios diversos: novela, poema, relato breve, diario. En Cataluña, cabe mencionar a J.V. Foix y Juan Eduardo Cirlot.

En los países hispanoamericanos también tuvo eco el movimiento surrealista: Pablo Neruda en Chile, quien pasó por Madrid en 1935 y lanzó su manifiesto “Sobre una poesía sin pureza”; Olga Orozco y Enrique Molina en Argentina; César Vallejo en Perú, a pesar de su condena de Breton por el abandono del marxismo; en Cuba Alejo Carpentier, quien elogia la aparición del surrealismo como una victoria sobre el supuesto escepticismo de las nuevas generaciones; en México Octavio Paz, quien ha sabido incorporar en sus reflexiones sobre la imagen y la creación literaria los hallazgos del surrealismo. Tanto en España como en la mayor parte de los países hispanoamericanos, florecieron movimientos literarios que reflejaron o recrearon las vanguardias literarias de las primeras décadas del siglo XX. En mayo de 1968, en Francia, se recuperaron como consignas y guías para la acción muchas frases surrealistas, especialmente las que destacan el poder revolucionario del sueño. Julio Cortázar las ha recogido en Último Round: “El sueño es realidad”; “Sean realistas: pidan lo imposible”; “¡Abajo el realismo socialista! ¡Viva el surrealismo!; “Hay que explorar sistemáticamente el azar”; “Durmiendo se trabaja mejor: formen comités de sueños”.

Citar este texto en formato APA: _______. (2012). WEBSCOLAR. Literatura del siglo XX. https://www.webscolar.com/literatura-del-siglo-xx. Fecha de consulta: 28 de March de 2024.

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